Final


Marcos cierra la puerta con llaves y casco en la mano. 
No ha pensado el rumbo todavía, pero monta decidido. Enciende el motor. Acelera.
Avanza con el mapa del instinto. 
Las curvas del camino se le vuelven conocidas y deseadas. 
El viento lo toca como una mujer, lo besa con palabras, alimento dulce y sagrado que alguna vez probó… ¡Viento traicionero, que miente, que confunde!
El camino se abre ante él. 
En las manos, en la sangre, en la saliva, le crece una mujer. 
No hay modo de escapar de ella. Cuanto más anda el camino, está más cerca de Ella.
El motor ruge en su mente, que gira tranquila sobre las ruedas. 
En un punto lejano del camino, el sol se fuga con la tarde cálida. 
Es inevitable: el final del día se acerca. Y él ya sabe adónde va.

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