Lo Inevitable



Volví de las vacaciones. Y volví para quedarme. Luego de abrir mi notebook después de 15 días de completa inactividad (léase de escribir y leer) me sentí completamente perdida.


Tenía demasiados mails, de los basura y de los que no; tenía demasiada información para procesar; y fundamentalmente tenía demasiadas ideas girando en mi cabeza. Con tanto "demasiado" rodeándome, podía poco más que resignarme, y empezar con el trabajo sucio de "comenzar" por algún lugar.


Me llevó un par de horas organizar los mails por importancia, las noticias por urgencia, y las ideas por orden. Todavía no sé bien si fue así, o las ideas tuvieron su importancia, los mails su urgencia y las noticias, un orden. Pero me lancé a escribir, y eso era URGENTE, IMPORTANTE Y debía ser necesariamente ORDENADO.


Como suele pasarme, no sabía por donde empezar, y resolví hacerlo por el simple y mero Principio. Así pues: tuve unas vacaciones MARAVILLOSAS y únicas. Estuve con mi hijo y mi marido en el mar, en la misma casa que veraneo desde que tengo un año, con mi abuela. Tengo fotos mentales increíbles, y fotos de las otras para ampliar tamaño mural. Fue una experiencia estimulante y relajante a la vez.


Sin embargo nuestras vacaciones estuvieron plagadas de imponderables. Como bien dije comienzo por el principio.


Salimos temprano de casa habiendo organizado todo la noche anterior. Conclusión, apenas me acosté, me volví a despertar para partir. Pero a uno, qué le importa. Se va de vacaciones, y para dormir iba a haber tiempo. Salimos con todo arriba del auto, listos para disfrutar, y nada más. Hicimos unas 15 cuadras, y me acuerdo que nadie agarró el cochecito de Elías. Puteadas de por medio, volvimos a la puerta de casa a buscarlo. Las puteadas quedaron al margen, y fue pura anécdota. Una vez más, nos íbamos de vacaciones, y un retraso no era el fin del mundo. Cargamos el cochecito y ahora sí, estábamos listos para el mar. Autopista Buenos Aires – La Plata: Elías se durmió. Festejamos. Porque todo era según lo habíamos planificado. Temíamos que el viaje se le hiciera eterno en su sillita del auto, y contábamos con que se durmiera, para hacerle más leve el trayecto.


Elías dormido, agarramos la ruta. Buen momento para mates, pensamos. Ahí nomás, abrí nuestro bolso matero, y comenzaron las vacaciones largamente planificadas. Ibamos por la ruta, mirando el campo, oliendo la paz. Charlando, como en nuestros momentos de relax en casa, pero con un horizonte totalmente nuevo y alentador. Estábamos distendidos, entusiasmados. El sol empezaba a despuntar. Una imagen digna de un cuadro. Pero… el auto hace un ruido extraño que me saca de mi relax, me desconcentra de mi charla distendida, y tensa hasta el último de mis músculos. Creí haberlo escuchado sólo yo. Creí que sólo había sido un ruido en el motor de un bicho de esos que se empeñan en entrar en coalición con los parabrisas, pero con menos puntería. Y cuando estaba por convencerme, Lucas me pregunta alarmado, -"¿y ese ruido?!"-


Inmediatamente asomo la cabeza por la ventana queriendo que fuera el bicho que entró, hizo ruido, y salió. Pero no. El motor hacía un ruido espantoso. Si hubiera sido un bicho, debía ser no menos que un buen cuadrúpedo. El motor parecía haberse tragado un caballo, y no veía ni rastros de él. Balizas y a la banquina. Elías se despertó. Llamamos una grúa que nos remolcó hasta Atalaya, y ahí a esperar al mecánico. Porque el auto hacía ruido, pero funcionaba. Esperamos un largo rato a un mecánico de nombre Miguel, quien llegó en un auto destartalado. Eso tendría que haberme avivado, que muy buen mecánico, no era. Pero en la espera, nos comimos unas deliciosas medialunas. Y no es broma. En mi vida había comido unas medialunas taaaaaan ricas. Elías también se tentó y se bajó su tercer mamadera con dos medialunas, mientras el pseudo mecánico, continuaba moviendo la cabeza, diciendo que no, hablando bajo, desde dentro del capot del auto. Ergo, no se le escuchaba, y para colmo no le entendíamos nada de lo que decía.


Después de una hora y algo más de intentar encontrar cual era el desperfecto, porque no daba con el problema, terminó por decirnos que no, que el auto no iba más. Había un sol que rajaba la tierra y ya era la hora para la que mi abuela nos esperaba en la casita. Empecé a llamar a mis tías para avisarles, y Lucas al ACA. Volvíamos para capital. El chiste: Nos pintó un desayuno en Atalaya. Sin demasiadas risas, pero sin perder el buen humor (o la buena predisposición), nos sentamos a esperar, una vez más.


Me di cuenta que el sol ya no estaba tan suave, cuando empezó a arderme un brazo y noté que tanto Elías como yo, que íbamos y veníamos por el descampado, estábamos totalmente quemados. Corrí al baúl para ponerle crema al peque. De la protectora, y fue justo a tiempo. Llegó una grúa enorme, doble cabina y cargó con todo. Auto, valijas, mate, medialunas, al nene y a los padres. Vacaciones y relax.


En lo único que pensé fue en llegar a casa, los tres, sanos y salvos. Ni en el auto, ni en la playa. Ni en la plata que nos salió el remolque. ¡Una fortuna!


Elías ya promediaba su hora de almuerzo, y lo hizo con una banana. Quemados, cansados, con hambre, medialunas que ya nos habían asqueado y mate atragantado, iniciamos el retorno. Y eso era bueno, porque volvíamos a casa. Lucas estaba angustiado, de mal humor y hasta preocupado por nosotros. Pero nosotros, sólo sonreíamos.


Nueva mala: había que hacer trasbordo, por no sé que cuestión de jurisdicciones de grúas. ¿Me querés decir qué significa eso? Todavía no lo entiendo, pero era política de la empresa. En Echeverría entonces, la gente iba en remís, y el auto en grúa.


Llegamos al punto acordado para el trasbordo, y ¡oh sorpresa! El remis no había llegado. Cuando llegamos nosotros la grúa para el auto estaba, pero el remís lo pidieron recién en el preciso momento que nos bajamos de la doble cabina. Otra hora y media en la ruta.


Elías protestaba porque alguien más se llevaba nuestro auto, pero no por mucho más. Nosotros protestábamos por la nueva espera. Hacía más calor, y se sumaba cansancio y hastío. Como no había con qué jugar, empecé a tirarle agua en la cabeza con una botellita al peque, mientras él corría contento, en el medio de la mismísima NADA. Pero él era un niño feliz. Lo miré y me dije –"el chanchi ni se entera del tremendo mal momento"- Y empecé a hacer lo mismo. Y aprendí a sonreír por el agua en su cabeza, olvidándome del resto.


¿Sumamos otra? Cuando llegó el remís, nos avisan que Lucas debía viajar con el auto. Ergo, debía viajar en la grúa, y Elías y yo en el auto. Parecía que nos iban dando las malas nuevas con cuenta gotas. O que las malas nuevas se iban sumando a ver a cuanto llegaban nuestra tolerancia y paciencia. Gracias a Dios, las habíamos llevado con nosotros.


Llegamos a casa a las seis de la tarde, agotados. Guardamos el auto en el garaje. Nos bañamos nuevamente, y llamamos a retiro. Sacamos los pasajes para las dos menos cuarto de la madrugada. Elías se durmió antes de salir para la terminal y no se despertó hasta que llegamos a Santa.


El micro tardó una hora más de lo estipulado porque viajó desde Puerto Madero hasta allá con la caja rota. Me enteré cuando llegamos.


Tuvimos unos días espectaculares de playa, que disfrutamos como locos. En el medio Lucas viajó de vuelta a Buenos aires por trabajo, y no sólo se suspendió su fecha, sino que demoró un día más en llegar de vuelta a Santa, por la bendita tromba marina.


Ah si, una tromba marina (primera vez que escucho esto en mi vida) se instaló sobre el Río de La Plata. Provocó las lluvias mil que azotaron Buenos Aires y la Costa Atlántica. Llovió a mares. No tuvimos playa, ni respiro de agua. Eso sí, vivíamos pegados a la radio escuchando las alertas meteorológicas, y haciendo cruces de sal gruesa. Por si les interesa, las cruces de sal gruesa no pueden contra las trombas marinas, así que ni se gasten.


Agua por demás, caminatas húmedas y ropa casi inusable. Concluyeron las vacas, tiempo de volver. Atrás queda el laboratorio de análisis de alta complejidad que mi hijo utilizó toda la semana de parque de diversiones. Así es, el laboratorio que está a una cuadra de mi casa fue su parque de diversiones. Ahí jugó a la escondida. Jugó a la mancha, a subir y bajar la rampa de discapacitados, los escalones, y los canteros. En su inmensa explanada corría sin tregua, desafiando la lluvia.


Nuestro micro de vuelta, también se rompió. Estuvimos varados a 20 minutos de la capital, en la banquina de la autopista, hasta que nos subió un micro de Flecha Bus, que venía de Mar del Plata. Llegamos una vez más agotados, pero felices.


Yo creo que todo depende de uno. De cómo uno se para frente a lo que va pasando (amén de que todo sucede por algo). Creo en que "La vida está hecha de nuestras actitudes. Y existen ciertas cosas que los dioses nos obligan a vivir. No importa cuál es la razón que tienen para esto y no sirve de nada hacer lo imposible para que pasen lejos de nosotros" (La Quinta Montaña. Paulo Coelho)


Por eso, tuvimos unas tremendas vacaciones. Fuimos una familia unida, en las buenas y en las no tanto. Nos reímos muchísimo. Disfrutamos de una vida distinta. Compartimos los días con mi abuela, y ella con su bisnieto, que es la luz de sus ojos, y ante quien los dolores de ella, se rinden como no lo hacen ante ningún anti inflamatorio. Fuimos felices. Yo fui feliz. Empapada, y blanca "ala" fui Feliz. Mi hijo fue feliz. Con mar, sin mar. Con arena, sin protector, y viceversa. Creció de alto, de ancho y de "testa". Mi marido fue feliz, a pesar de los viajes, el auto (que aún no sabemos qué le pasará) la lluvia y de que ahora mismo se está preparando para volver a salir de viaje, esta vez a trabajar.


Lo inevitable, sucedió. Aún nosotros pudimos con ello.


Porque también era inevitable que fueran nuestras primeras vacaciones juntos, y la pasáramos ¡DE PUTA MADRE!




"Levántate y continúa probando que tu lucha tiene un sentido, porque supiste cruzar la corriente de lo INEVITABLE…" (id. Ant.)

1 comentario:

  1. Anónimo3/06/2008

    Laurilín, ¡bienvuelta! ¡Qué bueno volver a leerte!

    Como dice la canción, "es sólo una cuestión de actitud"... Me alegra que hayas tenido un tiempo para pasar en familia y que lo hayas disfrutado, sin importar los contratiempos.

    ¡Besitos!

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