El Libro Rojo



Mi biblioteca está rebosante de libros. Rebosante en el sentido literal de la palabra. Hay libros apilados delante de otros libros. Hay libros apilados sobre los libros colocados verticalmente. Hay libros en el costado de otros libros apilados. Está abarrotada de libros. Todos libros seleccionados, porque en casa de mamá, cuando me mudé, dejé otra biblioteca abarrotada de más libros. Iclusive, en la casa de mi tía Silvi, hay cajas de libros míos.


Mi vida está colmada por libros que amo, libros que leí y quedaron guardados, libros que marqué, subrayé, doblé las puntas de las hojas, dejé notas. Libros que viví. Libros que vivo, que releo, que vuelvo a poner sobre la mesita de luz, y tal vez vuelva a leer o no. Desde donde escribo veo mi biblioteca repleta de libros, están asomándose, piden socorro. Tengo más libros sobre la cómoda, que son los nuevos y que esperan por mis ojos; y tengo un par, que están siempre sobre la mesa del living, porque vuelvo a leerlos continuamente. Revuelvo las notas de hace años, me sonrío con ellas, y vuelvo a maravillarme de lo que ya leí, como si fuera la primera vez.


En casa, de todos esos libros, hay muchos libros que son patrimonio del matrimonio, que son de los dos. Esos libros o bien los leímos juntos, un capítulo en voz alta uno, otro capítulo en voz alta el otro. O bien los leímos uno a continuación del otro. Hay libros que los leímos en simultáneo separados: por teléfono por ejemplo. Libros que nos propusimos leer un capítulo por día, cuando todavía vivíamos cada uno en una casa, para después hacer los comentarios por chat o mail. Y libros que leímos cada uno por su lado, y le recomendamos al otro, cuando éramos amigos. Esos libros son especiales. Tienen historia escrita dentro de sus páginas, e historia propia para nosotros. Tienen un significado supra literal. Con algunos libros crecieron códigos internos de nuestra vida en común, y también con muchos de éstos libros crecieron semillas internas en cada uno de nosotros. Generaron cambios, charlas profundas, puntos de vista y nuevas teorías acerca del Hombre.


Entre estos libros, está el Libro Rojo. En realidad, es un libro de Jorge Bucay, que se llama "El Camino de la Autodependencia. Colección Hojas de Ruta". Pero para nosotros, es el libro rojo. Su encuadernación, obviamente nos ayudó con el nombre. Tiene las tapas rojas, con una foto de una ruta rodeada de árboles. Y lo perdí. Perdí nuestro libro Rojo. Y lo que me enfurece es que éste libro que quiero recuperar, es irremplazable. Quiero recuperar este libro por la historia que tiene para nosotros. Comprando otro del mismo título, no sería comprar otro igual. Por que no tiene otro igual. Es úncio.


De hecho, ya no editan libros rojos con este título. Las ediciones de ahora, son de tapas blancas, con dibujitos pastel. Dejaría de ser el libro rojo. Además, no tendría las marcas de sus páginas de todas las veces que lo leí. Y de las veces que lo leímos juntos. El libro Rojo tiene historia, y esa historia para mi tiene un valor incalculable. Tiene las hojas escritas con notas que dejé para charlarlas con Lucas, cuando él aún siendo el amor de mi vida, era mi mejor amigo, con el único que podía comentar estos libros. Está impecable, casi parece nuevo. Lo compré en una librería que ya no existe, pero que me proveía de todo el material que devoraba. Es la 27ª edición, y es del año 2002. No se pudo haber perdido semejante libro. No puede. Simplemente, me niego.


Me abalancé sobre la biblioteca por cuarta vez en el día, y casi la 27ª vez en una semana, decidida a encontrarlo. En medio de la búsqueda, Lucas me regaló la versión en ebook, con un mail hermoso para San Valentín. Hablamos toda la semana del Libro Rojo. De lo que decía. De lo que nos acordábamos. De las ganas de volver a leerlo. Teníamos presente el Libro Rojo, pero no aparecía por ningún lugar. Y yo necesitaba volver a leerlo, volver a ojear las esquinas dobladas. Quería nuestro Libro Rojo. Revolví la Biblioteca de punta a punta, encontrando los otros libros de "Hojas de Ruta" que dejé bien a la vista, para que el Libro Rojo, si se había perdido, encontrara a sus compañeros. Tuve en la mano durante un rato la versión en inglés de Peter Pan, otro libro adorado. Seguí con "Othello" en inglés original, pasé por la primera edición de "Harry Potter y la Piedra Filosofal", mimé "El embarazo Musical", limpié "El Don del Águila", reacomodé "El Médico" y "Chamán" que aún tienen el calor de mi última lectura, y que estaban casi cayéndose de un estante. Me reencontré con "El Alquimista" y ví por encima cuántas páginas había doblado. "Ilusiones" se asomó, y me pareció ver el biplano de Shimoda, blanco y dorado, sobrevolándome. Con "el puente hacia el infinito" crucé de estante y recordé que de ahí viene mi sobrenombre en casa. "Un tal Lucas" me hizo un guiño y dejó al descubierto la única foto que tengo del adorado Eros, mi gato siamés. "Toda Mafalda" se agita cerca, y sin querer, cae en mis manos. Lo abrazo y releo la dedicatoria, que me emociona como la primera vez.


Acaricio a mis libros amados, que me esperan. Que esperan por mi, hasta que yo vuelva a leerlos. Les hago un mimo en el lomo, los acomodo y me despido hasta la próxima vez que nos toque encontrarnos. Sigo buscando mi Libro Rojo.


Un CD cae desde el primer estante, un libro que lo contenía se habrá entreabierto para dejarlo salir. Sigo el recorrido con los ojos, intentando agarrarlo al vuelo. El instinto me lleva a estirar la mano hacia adelante, estirando los dedos para agarrarlo. No llego, pero en el impulso, lo hago rebotar contra uno de los estantes, justo antes de que detenga su caída, en el suelo. Justo ahí lo veo, lo encuentro. Ahí está mi Libro Rojo. –"¡Ahí estás!. ¿Dónde te habías metido?"- Salí gritando de la habitación, con el libro Rojo en la mano, con aire de victoria, apretándolo para que no se escapara. ¡El libro Rojo! Encontré nuestro libro rojo.


Lo abro presa de la urgencia. Necesito leerlo, reconocerlo. –"Sos vos. Es verdad, sos vos"- Y me quedo en silencio, saboreando con los dedos, deleitándome con los ojos.


Lo abro al azar para dejar que el libro vuelva a hablarme. Y lo hace. Lo acaricio. Lo abro desde el comienzo como redescubriéndolo. Llego a la dedicatoria, y quedo pasmada. Redescubro un nuevo valor, de mi Libro Rojo, que reza así:


"A mi familia de origen


Chela, Elías y Cacho"


gracias a quienes soy."

1 comentario:

  1. Anónimo2/18/2008

    Siento lo mismo por los libros. Mi biblioteca es un caos, que yo sola entiendo. Mis amados libros... cada uno con su historia, sus subrayados. Un libro para cada momento de la vida.

    Es curioso, Laurilín. Hace poco me pasó lo mismo con uno de poemas de Prévert. Edición en francés. Una joya difícil de encontrar. ¡¡Y no lo encontraba por ningún lado!! Creí haberlo perdido después de una mudanza. Y necesitaba leerlo ya ya ya. Apareció, para mi tranquilidad. Y lo devoré, tanto como me lo permitió mi francés básico.

    Me siento tan identificada con tus historias... ¡Me encantan!

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