La nostalgia, que no se vaya


Lucas me dice que me agarró la nostalgia. Posiblemente tenga razón. Ando con los recuerdos a flor de piel. Digo ando, porque camino con los recuerdos, paso largos ratos en silencio, pensando y recordando. Funciono con lo que la vida me ofrece. Y los disparadores surgen de maneras místicas e ineludibles. Probablemente, la mudanza de mis viejos casi inminente, debió de haber movido ciertas capas de mi, que estaban acomodadas a tener siempre a mano, un lugar donde volver y llenarme de lo que fui.


¡Atenti!, no comparto la idea de "todo tiempo pasado fue mejor". Aunque Murphy conmigo se haría un festín. Mi presente es justo como tiene que ser; me regala muchas más sonrisas, y me llena de los besos húmedos de mi hijo, mezcla de dulce de leche, mocos, baba, y galletitas con jugo de manzana. Y el que diga que un beso así, es un asco, no sabe de lo que se pierde.


Mi presente tiene todo cuanto amo: un marido que se preocupa por nosotros (por nuestro hijo y por mi), el que llega de una gira agotadora, cansado y se le dibuja una enorme sonrisa cuando nos ve a Elías y a mi, tirados en el sillón y nos saluda con un -"¡Hola mis amores!"- y el que a pesar de todos mis enrollos humanos, me mira a los ojos y me dice -Te Amo- como vez primera. Un hijo que es el Rey León, cabeza dura, con unas ganas enormes de ser y que todos lo vean; dispuesto a trepar por los escalones de la vida, sin miedos a la vista. Mis padres, mi hermana y mi sobrina, mis tíos y primos, mi abuela del alma.


Con lo cual insisto, mi presente, ese que construyo cada día, y al que vivo, es inmejorable. Aún cuando tenga sus altibajos, es inmejorable.


Pero… siempre hay un pero. Estoy nostálgica, melancólica, llamativamente silenciosa; meditabunda. Nostálgica. Y parece además, que todo se ciñera en círculo, como cumpliendo ciclos.


Cuando mis viejos comenzaron con los preparativos de la próxima mudanza, volví a tener en mis manos, los diarios que escribí, hace varios años. El más antiguo data de 1986, y yo simplemente contaba 11 años. Escribía. Ya lo hacía desde entonces. Tonteras de la edad: Me gusta fulano, sultano me dijo si quería ser su novia. Mi amiga fulanita se puso de novia con menganito. Broncas del colegio, partidos de hockey con resultados y goleadoras. Las cosas que hacía y vivía. Y releerlo me dio ternura. Y vergüenza. Como si volviera a tener esos 11 años y volviera a encontrarme con la hoja en blanco, a punto de escribir. ¿Habré pensado, qué pasaría si mis padres lo leyeran?


Hay agendas/diarios de ahí en adelante, hasta mis 18 o por ahí. Es increíble lo que uno no recuerda y sin embargo el legado de la pluma y la palabra, queda inmóvil, estático y presente. Como si nada del tiempo y las circunstancias de la vida, hubieran pasado sobre ellos.


Hay papeles de golosinas pegados, que ya no existen. Tarjetas de lugares a los que iba a bailar, que se han transformado en bailantas o supermercados. Dibujos de personajes que ya no se editan, como Ziggy y otros que han resurgido, como Snoopy, Kitty y demás. Hay frases poéticas y profundas tales como: "Roses are red, violets are blue, and honey is sweet just like you".


Y si. Uno creía más en la inocencia que llevaba adentro, innata. Uno podía pintar de colores los días, tener broncas y pesadillas, y alegrías, y enjuagarlas todas juntas en un lavarropas que no desteñía.


Al unísono de toda esta revolución, apareció Leandro, un compañero de ruta de mis 13 años. Mi primer novio. Que me encontró, porque seguramente las casualidades no existen. Nos reencontramos, simbólicamente, casi veinte años después que nos separáramos definitivamente, para tomar rumbos disímiles y lejanos. Y fue ahora, justamente ahora, con mi nostalgia a cuestas.


Y en el fondo, no tan profundo, esta nostalgia que me invade, me gusta. En el fondo digo, porque no es superficial. Esta reminiscencia hacia la que fui, hizo que afirme más a la que soy. He aprendido a redescubrir cosas que había olvidado por la rutina, por tenerlas frente a los ojos, por tomarlas como cotidianas y normales.


Con mi nostalgia, el brillo vuelve a resurgir en pequeñas cosas, en guiños escondidos y hasta un poco empolvados. He sacudido telarañas. He rejuvenecido. Me he vuelto a sentir como en "ese momento", pero ahora. Y este volver a redescubrir me ha hecho volver a aprender que no tenemos que olvidarnos de mirar siempre con esos ojos "de primera vez".


El diccionario de la RAE nos dice que Nostalgia es la "tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida". Yo doy gracias que a las dichas aún no las había perdido. Simplemente me las había olvidado. Y si gracias a la nostalgia, las reencontré, VOTO PORQUE LA NOSTALGIA SIEMPRE ESTÉ.


Una buena sacudida al que somos, por parte de quien fuimos, no nos viene nada mal.


Y ahora me voy a escuchar un tango de Pugliese, tal y como me gustaba hacerlo con Lucas. A oscuras, en silencio, disfrutando de cada acorde, mirándonos a los ojos, haciendo el amor.

La ilustración es de Aitana Carrasco Inglés. Gran dibujante y cuentista. Pueden ver su blog, en el link de las cosas que leo.


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